Curiosamente, el Palau de la Música Catalana, la obra que ejemplifica el art nouveau catalán no fue diseñado por Antoni Gaudí, sino por su colega, Lluís Domènech i Montaner. Esta sala de conciertos de Barcelona, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, es un hito artístico de gran belleza y una sala de conciertos de gran prestigio internacional.
Total libertad creativa
Su historia comenzó en 1905, cuando el arquitecto Lluís Domènech i Montaner recibió el encargo de construir una nueva sala de conciertos para el Orfeó Català, sociedad coral fundada en 1891 por Lluís Millet y Amadeu Vives. Con total libertad creativa, el arquitecto proyectó una alegoría de la naturaleza en la que ninfas, flores y ornamentos vegetales creaban un marco perfecto para disfrutar de la música.

Declaración de intenciones
Es posible que el Palau de la Música sea una de las construcciones más genuinamente catalanas de la ciudad de Barcelona. De hecho, se solicitó expresamente a Domènech i Montaner que aplicara materiales y técnicas que representaran el carácter catalán. Por ello, el Modernismo representado en el Palau de la Música es más que una corriente estética: es una declaración de intenciones. Su diseño y ejecución representa a un movimiento ideológico amplio, fundamentado en la modernización del país y la búsqueda de una identidad a través de las tradiciones y la cultura catalana.
Exuberante, voluptuoso, impresionante
Para asegurarse de cumplir con este deseo, Domènech i Montaner se rodeó de artistas locales en la creación de los elementos decorativos, estructurales, ornamentales y esculturales, que en el Palau son de una belleza exquisita. La fachada en sí misma es uno de los elementos más impresionantes del edificio. En ella se combinan el ladrillo visto con hierro, vitrales y cerámica siguiendo un elegante diseño decorativo que bebe de las traciciones arquitectónicas española y árabe.
En el interior, la sala de conciertos es la zona de visita obligada del edificio. Está decorada con enormes esculturas, un gigantesco órgano de tubos y un sorprendente tragaluz elaborado completamente con vidrio multicolor, lo que permite la iluminación de la sala con luz solar durante el día.
El edificio se construyó a partir de una estructura metálica cubierta de vidrio, una idea muy vanguardista para la época.
Domènech i Montaner quería que la luz fuera un elemento arquitectónico más. Por ello incorporó grandes ventanales con vidrieras policromadas, otras ventanas y un tragaluz central que permiten que el sol penetre en el interior.

Una sala de conciertos de referencia
Desde su inauguración en 1908, el Palau de la Música, ha sido un escenario privilegiado para la música, pero también para la política y las ideas. Grandes compositiores como Enric Granados, Manuel de Falla, Maurice Ravel, Ígor Stravinski o Frederic Mompou, hicieron su debut en este auditorio.
El Palau de la Música es una sala de referencia no solo dentro del mundo de la música o de la arquitectura modernista. Es el símbolo de toda una época en Barcelona: la era en la que la ciudad entró en la modernidad.

Una renovación desde la tradición
Entre 1982 y 1989, partes del edificio se restauraron, se actualizaron técnicamente o se ampliaron para permitir usos adicionales. Las nuevas obras no comprometieron la integridad decorativa o estructural del edificio original y la piedra, el ladrillo, el hierro, el vidrio o la cerámica se utilizaron de la misma forma que Domènech i Montaner lo había hecho ochenta años antes. Una de las ampliaciones más importantes es el edificio contiguo de seis pisos que alberga los camerinos, una biblioteca y un archivo.
De 2006 a 2008 se llevó a cabo una restauración adicional en la que se reinstaló la linterna en la parte superior de la torre del edificio y otros elementos ornamentales de la fachada.